La paradoja del éxito
- Carlos Luro
- 19 oct 2023
- 3 Min. de lectura
Por Gerardo Semenzato

Cuando un deportista realiza una jugada imprevista que sorprende al rival es común escuchar como elogio: ¨éste sabe¨, o cómo diría Alex Cannigia: “Sape..!”
Lo mismo ocurre en las actividades comerciales, científicas y artísticas. El saber hacer es reconocido por quienes conocen algo del tema. Y en muchos casos admirado incluso por lo que no son conocedores, pero están atentos a los comentarios.
El empresarial concepto del know how resume ese conocimiento sobre un tema que se traslada al saber hacerlo de manera exitosa, eficiente y también rentable.
A medida que pasa el tiempo se profundiza el conocimiento en el tema y aquí comienza -casi sin percibirse- un peligro creciente. Si siguiendo el irónico consejo de la Ley de Murphy: "si funciona no lo toque" ó el típico "Equipo que gana no se toca" paradojalmente le abrimos de par en par las puertas a la caducidad.
Lo que funcionó, fue eficiente, rentable y llegó a ser un referente en su disciplina requiere adecuarse a nuevos momentos. No dormirse sobre los laureles.
Las circunstancias y el contexto varían siempre y la inmovilidad es señal de anquilosamiento, perdida de agilidad y desactualización. El know how pasará -más temprano que tarde- a ser un factor gravitante que impide la innovación y los cambios.
Sutiles señales deben ser percibidas antes que sea demasiado tarde. Los algoritmos cercanos, conocidos, familiares y que nos quedan cómodos, ocultan la necesidad de reconocer los fluctuantes cambios que empiezan a aparecer.
En el mundo empresarial nada es para siempre. Paradójicamente, desde la perspectiva propietaria, la visión suele ser la opuesta. Nada tiene fin, lo que sabemos y hacemos vino para quedarse, más aún cuando eso es lo que nos ha conducido al éxito.
Las innovaciones tecnológicas, los cambios sociales, las modificaciones de hábitos, las nuevas modas y la evolución de conceptos que se creían inmutables generan que aquellos criterios y políticas que daban seguridad de poco sirvan ante nuevos contextos y escenarios. Se modifica el clima de euforia exitosa y todo se corroe en un clima de desánimo y negación.
Desaparecen las certezas y el saber cómo se hacia y surgen incertidumbres, temores y desconocimientos que llevan a paralizar a los responsables de la conducción de la empresa.
Inmovilizados como liebres encandiladas ante los focos del cazador.
Tras el empapelado descascarado de una antigua decoración aparecen los viejos muros que sostenían todo.
Es imprescindible la reacción y mucho más que una reacción forzada es prioritaria el desarrollo de una actitud valiente, de un hábito virtuoso: La capacidad de cambio.
De toda experiencia pasada es posible reconocer con actitud humilde los aciertos y los errores. Aprender de los fracasos y capitalizar la perseverancia.
Winston Churchill reflexionaba que él “éxito consiste en pasar de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”.
Los cambios-imprescindibles para la supervivencia- tienen su costo. No existen las soluciones mágicas hollywoodenses e instantáneas.
Requieren de esfuerzo, disciplina y trabajo. De una visión de largo plazo, que saliendo del apremio contingente y de la mirada corta le apunte al futuro sin borrarse del sentido de urgencia que cada presente conlleve.
Los ejemplos de liderazgos que han sabido transformar situaciones a pesar de la adversidad son innumerables. Todos tienen en común la pasión por el crecimiento, la ambición por trascender, la confianza en las propias fuerzas.
Pep Guardiola, un innovador en el ultra competitivo ambiente del “fútbol de alta gama” fue capaz de plasmar una impresionante trayectoria apoyándose en su natural liderazgo, su perseverante estrategia y su paciente gestión.
Sus principales características-descriptas en Liderazgo Guardiola- Juan C. Cubeiro y Leonor Gallardo, Alienta Editorial,2010. están basadas en criterios tan simples como fundamentales:
Tener en claro expectativas realistas.
Confianza en sí mismo y en el equipo de colaboradores.
Serenidad ante los inconvenientes (que naturalmente surgirán).
Aprender de los errores.
Respetar a las personas (del propio equipo y de los competidores).
Concentración en los objetivos (evitando distracciones huidizas).
Coherencia inspiradora entre el decir y el hacer.
Humildad para reconocer lo que no se sabe y lo que falta aprender.
Agradecimiento hacia quienes antecedieron en lo que se conoce y se hace.
Reflexión serena y ecuánime sobre lo realizado y aprendido.
No todos pueden ser Guardiola, pero sí todos podemos tener ejemplos inspiradores que nos ayuden a desarrollar aquello que podemos brindar a nuestros equipos.
Aquí es donde, desde una perspectiva de liderazgo que busque trascender lo que somos (fundamentalmente, personas a los que se les reconoce la capacidad de “hacer”), cabe preguntar y cuestionarse, si estamos dispuestos a recorrer el camino necesario para incorporar estos criterios a nuestros hábitos.
A los nuestros, y a los de nuestras organizaciones y equipos.
Nada sencillo, eso está claro
“Emprender viajes a Itaca para entrar en puertos que tus ojos ignoraban e ir a ciudades a aprender de los que saben”.Lluís Llach, Viatge a Ítaca