Ahora sí: el orden de los faroles altera el alumbrado...!!!!
- Carlos Luro
- 12 ene 2022
- 3 Min. de lectura

Durante siglos los artesanos realizaban y vendían sus productos uno a uno, adaptando lo que ofrecían al gusto de su cliente. Tanto a la caprichosa hija del amo del feudo cómo al pedido de cada parroquiano de la taberna del pueblo.
A partir de la Revolución Industrial (desde 1750 en adelante) todo cambió. La producción seriada de múltiples objetos, facilitada por las nuevas maquinas accionada a vapor o electricidad, dio el golpe de gracia a la producción artesanal pieza a pieza.
La distribución y comercialización masiva llevaron a nivel ínfimo la relación y vínculo entre el productor (artesano) y los clientes pero, al mismo tiempo, facilitó el acceso a multitudes ansiosas por consumir infinidad de productos.
La vertiginosa evolución del e-commerce en las primeras décadas del siglo XXI, provocó que la relación entre los que venden y los que compran se modificara una vez más.
El cliente, -quién es nada menos quien tiene la potestad sobre la continuidad de cada negocio-, pasó a ocupar un rol central y protagónico.
Se desplazó el foco de atención centrado en el producto- y en el oferente- hacia la más primordial búsqueda de satisfacción de una necesidad reclamada por el demandante comprador.
El cliente pasó de actor de reparto a ocupar el centro del escenario. El foco de luz cambió de dirección.
Y acá estamos....
Viendo cómo cada día se desarrollan nuevas aplicaciones que están modificando la relación entre el productor y sus potenciales clientes.
La tecnología acerca todo; Visibilizando y transparentando precios, promociones, oportunidades y diversas opciones a requerimiento.
La nueva era de transformación de los modelos de negocios ya irrumpió.
Los cultores del marketing digital piensan y repiensan cómo acercarse a cada cliente. Ahora el usuario es el centro de cada decisión.
Esta nueva versión –revisada y mejorada- del apotegma “foco en el cliente” se apoya fundamentalmente en los desarrollos tecnológicos que permiten, con mayor precisión, convertir infinidad de datos en información cualitativa.
Buceando en las demandas y deseos de cada potencial consumidor. Conociéndolo y anticipando sus gustos con propuestas flexibles que permitan adaptarse a lo que cada cliente requiera. Pero sin abandonar la esencia de lo que se ofrece (producto y/o servicio).
La clave pasa por desagregar cada producto o servicio ofrecido y facilitar el agregado de valor real, de acuerdo a las expectativas y necesidades de cada cliente.
Todo sin caer en el caos de las infinitas combinaciones que complicarían al más experto fabricante o proveedor.
La claridad de la oferta, que cumple consistentemente con la propuesta de valor, es lo que los clientes valoran y recomiendan.
Las aerolíneas low cost, los alquileres temporarios, las propuestas turísticas y gastronómicas, la personalización tuneada de cada vehículo e incluso la literatura infantil abundan en ejemplos creativos de ésta nueva receta: Armá libremente tu mejor opción, y pagá por aquello que tiene valor para vos!
Desarrollar, reforzar y construir vínculos sólidos y perdurables es la nueva batalla que se plantea -en mercados cada vez más abiertos y competitivos- a quienes quieren defender su negocio.
De nada sirve la propuesta que no atiende las necesidades y expectativas reales….es como intentar venderle a quien quiere una sencilla pizza crocante y sabrosa, un sofisticado kit con la mejor masamadre, la mejor muzzarella y una increíble salsa de tomates orgánicos.
Aun abundan los casos donde la oferta se basa tan solo en una percepción grandiosa y sobrevalorada del producto que se ofrece….porque, en definitiva: ¿Quién sabe más de la calidad de mi producto que yo mismo.?
La tecnología modificó los conceptos comerciales.
La infinidad de datos mensurables cambió el foco y la iluminación. Ahora sí el orden de los faroles cambió el alumbrado
Entonces, Espejito dime tú: ¿La princesita veleidosa del amo del feudo elegirá mi producto o me expulsará del reino del mercado?