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El futuro ya no es lo que era

  • Shinka Consulting
  • 10 abr 2018
  • 3 Min. de lectura

En cualquier trabajo o emprendimiento empresarial uno de los temas que más preocupa y/o ocupa a quién lo realiza es la permanencia de las condiciones.

Más aún, en un escenario dinámico donde la expectativa de vida de las empresas (entre las principales 500 evaluadas por Standard and Poor’s) se desbarrancó desde un promedio de 33 años- en 1964- a los actuales 24 y el pronóstico advierte qué, por la aceleración de la innovación tecnológica, será de menos de 12 años en el no tan lejano 2028.

Si además verificamos que la actualmente atribulada Facebook apenas apareció en 2004, la gigantesca Google recién en 1998 y que desde 1993 -hace escasos 25 años- se pudo acceder a la imprescindible y omnipresente Internet, sin la cual el mundo actual no puede concebirse,

inmediatamente se concluye que las inminentes modificaciones no dejaran actividad alguna sin afectar.

La avasallante velocidad exponencial de los cambios no perdona la pasiva y paralizante preocupación sino que exige una vibrante ocupación.

Sea en mantener indefinidamente condiciones favorables o por el contrario en procurar la inmediata modificación- imprescindible para eliminar la permanencia- de aquellas condiciones que afectan el rendimiento presente. Condiciones que probablemente se agraven por el paso del tiempo.

  • Dilema que requiere actuar.

Excepcionalmente las condiciones mejoran y/o empeoran sin la acción voluntaria, libre, consciente y constante de la persona. En cualquier tiempo, lugar y ocupación algo hay que hacer. No suena racional esperar pasivamente a que se “alineen los planetas”.

La simple observación de la realidad circundante nos muestra que las condiciones del ámbito en que se desenvuelve la vida nunca son inmutables, perennes, inmóviles y fijas… (Sólo la muerte o su contrapartida de vida eterna son definitivas; ¡Cada uno elige!).

Pensar el futuro, imaginar la evolución esperable o deseable de nuestro trabajo o empresa es una tarea apasionante y creativa; que requiere utilizar la imaginación y la razón. Imaginación que debe estar anclada en las reales posibilidades.

La imaginación creativa es una característica de aquella persona que pueden observar la realidad desde una perspectiva diferente, original, única. Descubren en lo cotidiano algo excepcional.

Modifican lo común y lo vuelven diferente. Se anticipan a lo que luego será habitual.

Crean nuevas condiciones. Anticipan el futuro.

Santiago Bilinkis, luego de su paso por la Singularity University en Silicon Valley, nos advierte que el futuro que se viene no será de cambios previsibles y secuenciales sino de vertiginosa velocidad exponencial. Cita numerosos ejemplos que abarcan campos tan disímiles como la medicina con el trasplante de órganos “pre hechos”, los procesos de educación migrando de aulas presenciales a aulas virtuales, las radicales transformaciones en el transporte, individual o público y la incipiente pero cada vez más vigorosa aparición de las monedas digitales-Bitcoin y similares- que eliminarán completamente el papel moneda.

Todo se modifica incesante y rápidamente.

En el mundo empresarial han surgido emprendedores estrellas que modificaron revolucionariamente los paradigmas clásicos, en diversas áreas: Steve Jobs, Elon Musk, Jeff Bezos o su par chino Jack Ma, y la lista sigue.

Como también el desarrollo de inventos como la impresión 3D, cada vez más accesible y que abarca más y más sectores donde puede aplicarse. ¿Chau a la producción masiva industrializada?

Sin necesidad de ser un genio excepcional cualquier persona puede imaginar el futuro basándose en la realidad del presente. Condición imprescindible para tener éxito en cualquier actividad: conocer el contexto, gestionar el presente, imaginar el futuro, identificar las variables que nos afectan, basarse en las posibilidades que pueden desarrollarse.

Imaginar el futuro es una delicada mezcla dónde hay algo de sueño utópico y pretensión de corporizar lo intangible; ¿El secreto? : reconocer las propias capacidades, desafiar valientemente los propios límites.

Más que esperar pasivamente que el tren del futuro nos arrolle inexorablemente, es preferible crear las condiciones, sacar el ticket y subirse en la más cercana estación: Aquí y ahora.

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