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Amor, Poder y Empatía

  • Shinka Consulting
  • 18 ene 2016
  • 3 Min. de lectura

Extracto de Inteligencia Social, Daniel Goleman, Editorial Planeta, 2006

En un fluir interpersonal de emoción, el poder importa. Sucede en las parejas. Un miembro de la pareja hará un cambio emocional mayor para convergir con el otro: ése es el miembro de la pareja que tiene menos poder. Medir el poder relativo dentro de una pareja presenta problemas complejos. Pero en una relación romántica, el “poder” puede evaluarse burdamente en términos prácticos como que miembro de la pareja tiene más influencia sobre cómo se siente el otro respecto de si mismo o si misma, o cual de los dos tiene más peso en la toma conjunta de decisiones sobre temas tales como las finanzas o hacer elecciones sobre los detalles de la vida cotidiana, por ejemplo ir a una fiesta o no.

Claro que las parejas negocian tácitamente que miembro tendrá más poder en que dominio, siendo que uno puede ser un dominante en, digamos finanzas, y el otro en los temas sociales. En el reino de las emociones, sin embargo, el miembro de menos poderoso hará, en general, los mayores ajustes internos para la convergencia emocional.

Esos ajustes pueden percibirse mejor si un miembro de un dúo toma intencionalmente una posición emocional neutra, como sucede con los psicoterapeutas. Desde los tiempos de Freud, los psicoterapeutas han notado que sus propios cuerpos reflejan emociones que sienten sus pacientes. Si un paciente llora ante un recuerdo doloroso, el terapeuta sentirá que le brotan las lágrimas, si el paciente está aterrado por un recuerdo traumático, el terapeuta sentirá el miedo en la boca del estómago.

Freud señaló que el sintonizarse con su propio cuerpo da a los psicoanalistas una ventana hacia el mundo emocional de sus pacientes. Si bien casi cualquiera puede detectar emociones que se expresan abiertamente, los grandes psicoterapeutas van un paso más allá, percibiendo matices emocionales de pacientes que no han permitid a esos sentimientos llegar ni siquiera a sus conciencias.

Pasó casi un siglo después de que Freud notara esas sensaciones sutilmente compartidas antes de que los psicólogos desarrollaran un método seguro para rastrear esos cambios simultáneos en la fisiología de dos personas durante una conversación común. El descubrimiento surgió con nuevos métodos estadísticos y la fuerza de la informática, esta última permitió a los investigadores analizar un inmenso número de datos, los latidos del corazón, por ejemplo, durante una interacción en vivo.

Estos estudios revelaron, por ejemplo, que cuando una pareja casada discute, el cuerpo de cada uno de los miembros tiende a imitar las perturbaciones del otro. A medida que avanza el conflicto, se llevan el uno al otro a estados de ira, dolor y tristeza en aumento (descubrimiento científico que no sorprenderá a nadie).

Mas interesante fue lo que hicieron los investigadores matrimoniales: grabaron en video a las parejas en medio de una discusión y luego invitaron a completos desconocidos a ver esas grabaciones y adivinar que que emoción sentía uno de los miembros de la pareja a medida que transcurría la discusión. Cuando los voluntarios tomaban sus decisiones, sus propias fisiologías seguían las que estaban observando.

Cuanto más poderosamente hacía el desconocido la mímica de la persona a la que observaba, más certero era el sentido de los e apersona sentía, efecto muy marcado en el caso de las emociones negativas como la ira. La empatía – percibir las emociones de otro- parece ser tanto fisiológica como mental, y se construye al compartir el estado de otra persona. Esta danza biológica ocurre cuando cualquiera siente empatía con otra persona; el que experimenta la empatía comparte sutilmente el estado fisiológico de la otra persona con la que está sintonizando. Las personas cuyos propios rostros mostraron las expresiones más fuertes fueron los más acertados al juzgar los sentimientos de otros.

El principio general: cuanto más similar es el estado fisiológico de dos personas en un momento dado, más fácilmente pueden percibir los sentimientos que cada uno de ellos tiene.

Cuando nos sintonizamos con alguien, no podemos evitar sentir junto con ellos, aunque sea sutilmente. Resonamos de manera tan similar que sus emociones nos penetran, aunque no lo queramos.

En breve, las emociones que atrapamos tienen consecuencias. Y esto nos da una buena razón para comprender como alterarlas en beneficio.

 
 
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