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Vivir en un frasco

  • Foto del escritor: Carlos Luro
    Carlos Luro
  • 26 nov 2021
  • 2 Min. de lectura




Los muchachos de Sillicon Valley, con Mark Zuckerberg a la cabeza, no paran de innovar.

Ahora comenzaron a entusiasmarnos con una nueva ocurrencia que podrán disfrutar, en simultáneo, desde un romántico floricultor aislado en Alaska hasta el gamer habitante de un monoambiente de complejo urbano.

Las posibilidades del metaverso – la futura y prometedora solución que revoluciona el concepto de las redes sociales - parecería estar limitada únicamente por las ocurrencias de cada usuario.


Como con cada avance tecnológico aparecen al toque fervorosos impulsores y desconfiados detractores.

Probablemente lo que sucederá en la madurez del desarrollo técnico y su viabilidad económica –facilitando su implementación segura y accesible- es que se convertirá en una herramienta más que nos solucionará algunos aspectos de la vida y nos complicará otros.

Cómo las máquinas a vapor, las vacunas, la energía nuclear o la aspiradora de alfombras.


El ecosistema digital del metaverso, con múltiples aplicaciones digitales interconectadas, abrirá posibilidades y experiencias inmersivas de usuarios que hoy sólo aparecen en distopías para consumo maratónico en tardes de lluvia.

Sin embargo las reuniones virtuales, el trabajo a distancia, la observación microscópica de intervenciones cardíacas en el horario más conveniente a cada alumno o la capacitación técnica-desde otro continente- a futuros operadores de nuevos equipamientos industriales, son realidades presentes que hasta hace poco pertenecían al ámbito creativo de los guionistas hollywoodenses de Avatar o Ready Player One.


Metaverso es un ambicioso paso que va más allá, que permitirá modificar incluso- a gusto y placer de cada individuo- no solamente el ámbito de trabajo sino también la vestimenta, el aspecto físico y hasta la voz.

Una asombrosa excursión virtual para sumar cada vez más experiencias sensibles y táctiles en inéditos formatos comerciales, apabullantes entretenimientos masivos o reservados encuentros románticos.


Las voces más críticas alertan que esa sustitución de la realidad real (valga la redundancia) por los antojadizos caprichos hedonistas de un mundo paralelo fomentará una sociedad encapsulada en su burbuja sensorial…cómo vivir en un tupper y con la tapa puesta.

En última instancia apoyarse sobre la realidad, real y sufriente, no podrá evitarse.

Intentar desconocer el mundo real se puede hacer…pero tiene sus consecuencias que se pueden disimular en el momento actual, pero que fatalmente ocurren.

Como en esos moribundos 8 minutos en que la luz languidece al extinguirse el sol. Luego el silencio, game over y la oscuridad mortal.


No es tan inusual encontrar directivos de empresas que siendo al mismo tiempo artífices y víctimas de su propia realidad paralela (sin tanta parafernalia tecno) conducen con entusiasmo sus empresas a toda máquina- ignorando opiniones y advertencias previsoras- hacia el próximo iceberg donde se apagaran todas las luces.

Pero si aprovechamos esos valiosos 8 minutos, actuando cómo líderes conscientes del futuro al que nos dirigimos, el nuevo entorno del metaverso nos da la posibilidad de evitar encapsularnos y aislarnos como una ostra solitaria, desoyendo las distintas opiniones de los equipos de trabajo.

Por el contrario, nos abre la posibilidad de sobrevivir más allá de esos minutos fatales, consolidando vínculos cada vez más robustos y comprensivos con el entorno, negocios y clientes.


Así será posible identificar dónde y cuándo podemos aportar valor para brindar respuestas que sean realmente satisfactorias a clientes cada vez más exigentes.

Razón de ser de toda empresa, que tenga los pies en la tierra, y no trate de "Meter el verso".

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