Empujando la soga...
- Carlos Luro

- 19 may 2022
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 16 may

En la madrugada del 13 de abril de 1970 la relativa serenidad cibernética del seguimiento de la nave espacial Apolo XIII fue interrumpido por una frase de Jack Swigert que heló la sangre y se hizo histórica: “Okay, Houston, we've had a problem here”.
De aquí en más, y a lo largo de los días siguientes, un enorme equipo de personas exprimió sus cerebros, buscando alternativas y sopesando variables, para saltear los distintos problemas que se iban presentando.
Un galáctico y dramático juego, en tiempo real, de superación de obstáculos, donde escaseaban el oxígeno, el combustible y la electricidad poniendo en extremo peligro de regresar vivos a la tierra a la tripulación de la misión.
Ninguna certeza, muchas incertidumbres. Final abierto hasta último instante. Alivio y alegría el 17 de abril. Épica hollywoodense y gran éxito final.
En ésta aventura real es posible interpretar los hechos desde otra perspectiva.
Gene Kranz, el mítico director de las misiones Apolo -recordado por usar siempre como atuendo distintivo un llamativo y elegante chaleco blanco- la vio diferente. Y alcanzó el éxito.
En circunstancias “habituales”, cada equipo de especialistas se habría concentrado y enfocado en la solución de cada una de las contingencias, de acuerdo a como las cosas fueran sucediendo. Para la NASA, recursos y capacidad técnica no eran algo escaso.
Ante imprevistos inusuales, la lógica del abordaje individual pone el foco en las dificultades, pero como contrapartida puede poner en peligro la concentración para alcanzar el objetivo final.
Este proceso mental es inherente a las personas. Resolver lo que nos pasa ya, es la máxima expresión de supervivencia. Ni más ni menos…
Y allí es donde la postura de Kranz, marcó la diferencia contra la naturaleza de la supervivencia.
¿Cómo lo hizo?
Identificando en primera instancia, cuál era el único objetivo a alcanzar: Generar las horas suficientes de oxígeno y electricidad para que los astronautas pudieran regresar de manera controlada a la tierra.
¿Cómo hizo de esa premisa algo posible?
Cambiando la mirada. Donde para otros sólo había obstáculos, él los identificó como parte del camino a recorrer para lograr el objetivo final.
Así como lo hacen los esquiadores y los skaters…el esquiador no se concentra en los árboles que hay en el camino, si no que establece y visualiza el camino posible entre los árboles. Son parte del recorrido que enmarcan el rumbo al objetivo.
En el mundo empresarial, las aceleradas y bruscas modificación de variables, la combinación de múltiples cimbronazos-especialmente tecnológicos, económicos y políticos- modifica en pocos meses lo que llevó décadas concretar.
Nada puede concebirse ni planificarse sobre supuestos y caminos inmodificables, asertivos y permanentes.
¿Cómo es posible llevar esto al ámbito de las organizaciones y las empresas?
Obviamente, no alcanza con calzar un pintoresco chaleco y corte de pelo “marine”….como Gene Kranz.
Hay un recorrido que implica cuatro etapas bien definidas:
· Visualizar objetivos: Determinar y hacer visible el objetivo final y a largo plazo involucrando al equipo con la estrategia establecida para alcanzarlo.
· Identificar variables críticas: Establecer objetivamente cuales son los hechos y variables del negocio que deben atenderse de manera indefectible, inmediata e impostergable
· Diseñar la ruta: Considerar las variables críticas y trazar el recorrido integrando camino, variables críticas y objetivo final.
· Mantener el foco: Todos son protagonistas, todos ayudan, no hay salvadores mesiánicos inspirados, el éxito depende del equipo y de mantener el foco en la variable identificada.
En definitiva, la tentación de “ser peligrosamente eficientes” muchas veces impulsada por una angustiante ansiedad ejecutiva, puede llevarnos a la huida hacia adelante. O cómo un paradojal contra efecto, quedar paralizados como la liebre al ser enfocada por el rayo de luz del cazador nocturno.
El rol directivo hace imprescindible mantener la mirada lo más abarcativa y objetiva posible de cada nueva situación.
Hacer un refuerzo positivo, contabilizando y reconociendo lo que todavía queda a salvo y puede ser repensado, reutilizado, reorientado. Quizás no de la misma manera, pero desde siempre la necesidad agudiza el ingenio.
Reconocer que hay una soga invisible que conecta estrategia, objetivos y circunstancias, que deberá esta en tensión siempre… dado que una soga solo sirve para tirar (según la lógica de la física mas elemental), y que no puede intentar empujarse de la misma.....a menos que la confusión nos gobierne y la frustración nos lleve peligrosamente fuera de la órbita terrestre. Gene Kranz y su equipo lo evitaron.
La tripulación del Apolo XIII todavía lo aplaude de pie.




















