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Condenados al fracaso exitoso…?

  • Foto del escritor: Carlos Luro
    Carlos Luro
  • 28 jul 2022
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 16 may

Por Carlos Luro y Gerardo Semenzato

para Shinka Consulting

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El original historiador y pensador israelí Yuval Harari en su libro Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad, examina la historia de la humanidad desde la Edad de Piedra hasta los inicios del siglo XXI. Su conclusión es que el Homo Sapiens domina el mundo porque es el único animal capaz de cooperar entre sí - en pacíficas transacciones comerciales como en brutales guerra de conquista- impulsado tanto por la codicia de bienes materiales - visibles y concretos - como por la conquista de otros bienes espirituales - intangibles e indemostrables - en un bienestar creciente a alcanzar en la vida futura.


Santiago Bilinkis, emprendedor, tecnólogo y autor argentino, en una reciente columna radial (disponible en https://www.youtube.com/watch?v=j4P9h7QmxGc ) avanza sobre otros aspectos para intentar desentrañar los comportamientos humanos, cuestionando la conducta humana desde la perspectiva del egoísmo, tratando de discernir si somos individuos esencialmente egoístas, o por el contrario, es la solidaridad la que nos moviliza.


Bilinkis, siguiendo modelos de encuestas utilizados en diversas universidades, confirma que la mayoría de las personas prefieren describirse a sí mismos más como generosos que como egoístas, pero al momento realizar y evaluar a los demás, más del 80% respondió que “la gente” en general es al menos bastante ó muy egoísta.

Entonces, frente a este panorama ¿es posible pensar una sociedad basada en la cooperación y la solidaridad? Dicho así, estamos definitivamente predestinados al fracaso colectivo. Porque, pareciera que básicamente, el problema está en los demás, pero nunca en nosotros.


Hace aproximadamente 100.000 años, 6 especies humanas cohabitaban la tierra, y hoy, existe sólo una: el homo sapiens.

¿Cómo es esto posible? ¿Porqué nuestros ancestros pasaron de la vida de cazadores nómades a vivir en comunidades, ciudades y reinos?

¿Cómo es que llegamos a creer en conceptos tan abstractos como las naciones, Dios, la justicia ó los derechos de las personas? ¿Cómo y desde cuando confiamos en el dinero, los libros, o las leyes?

Si es que somos tan egoístas como nos percibimos, ¿cómo es posible que nos sometamos a reglas, procesos, rutinas y todo lo que nos hace seres consumidores..?


Estos diferentes enfoques que tratan de comprender, o al menos intentar explicar tanto el comportamiento humano como sus razones profundas.

¿Hay ideas y creencias permanentes o por el contrario sólo sobreviven las opiniones intercambiables, simples adhesiones emocionales, fugaces y modificables según la conveniencia del momento?


En definitiva, los individuos tenemos todas las posibilidades de desarrollar todo lo positivo que tenemos en nuestro interior si se nos brindan espacios y se crean las condiciones para poder hacerlo.

En otras palabras: si se dan las adecuadas condiciones de una humilde bellota puede surgir un imponente roble.


Dadas nuestras demostradas condiciones genéticas, cognitivas e intelectuales los seres humanos tenemos todas las fichas para construir y alimentar un bienestar individual y colectivo cada vez mejor.

La naturaleza misma nos facilita el camino de la colaboración y por lo tanto parecería lógico concluir que el bien colectivo sustenta el bien individual.


El entorno de los negocios, empresas y organizaciones- como creación humana- no es ajeno a esta perspectiva.

Podemos entonces pensar en una “hoja de ruta” para que en nuestras empresas y organizaciones se facilite el proceso de alineamiento y cooperación en nuestros equipos, para poder maximizar nuestras capacidades de generación de resultados y de real contribución al bienestar de nuestro entorno organizacional y de negocio:


· Comunicar quienes somos y para que estamos. Identificar y escribir esas creencias que nos identifican colectivamente como actores de la economía real. Exponer abiertamente nuestro propósito como empresa en un relato creíble y verificable.

· Establecer y sostener espacios. Comunicar y sostener la visión y propósitos del emprendedor individual (el que tuvo la idea inicial pasible de ser monetizada, el líder o el patrón y dueño) facilita el alineamiento de los equipos. Pasar de la visión individualista del cazador solitario a la del agricultor colaborador.

· Monitorear e identificar habilidades. Es necesario tener consciencia de la velocidad a la que la sociedad y los entornos de negocios indefectiblemente cambian. Para poder sobrevivir y perdurar, resulta imprescindible adaptar nuestras capacidades para que cada individuo contribuya de la mejor manera a la construcción global. Desarrollar eficazmente personas hábiles y flexibles para desenvolverse en entornos cambiantes y no siempre conocidos se torna vital.

· Favorecer y fortalecer los ámbitos comunes. Las habilidades sociales se desarrollan y se definen a partir de la interacción grupal. Las organizaciones que se vinculan sólo verticalmente pierden la oportunidad de fortalecerse a partir del aprendizaje común. La adquisición de capacidades colectivas fortalece y potencia a los individuos, porque los desafía y estimula para superarse.


Hay personas que por su liderazgo inspirador son la clave para abordar esta posibilidad de evolucionar en los negocios y organizaciones. Potenciar esas capacidades naturales y adaptar los comportamientos será la referencia que guía la nave empresaria sobre escenarios no siempre conocidos y calmos.

Y es posible que sólo así, sigamos siendo protagonistas de nuestra propia historia que, por suerte, aún está por escribirse.

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