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"Los ciruelos rojos, son amarillos cuando están verdes"

  • Shinka Consulting
  • 17 sept 2020
  • 3 Min. de lectura

Con magistral finura el poeta Miguel de Unamuno se permite definir el espacio de tiempo necesario que debe transcurrir para que algo suceda.

Algo que no estaba y que luego de un tiempo adecuado se convierte en algo qué es.

Conservando la impronta que le dio vida pero adoptando los cambios y evoluciones necesarios- a veces soportando crisis- para permitir su desarrollo y madurez.

Con la mayoría de las empresas, en casi todo el mundo, atravesando una etapa volátil, incierta, compleja y ambigua –identificada con la sigla VUCA en inglés-aparecen en escena reiterados conceptos en boca de todos:

“Es imperiosa la necesidad de implementar imprescindibles cambios”

¡Hay que tomar medidas ya!”

“La situación económica es catastrófica”… !!

¡UFA... burn out!

En éste tiempo por demás difícil, agotados y altamente estresados por la constelación de conflictos, pandemias y números rojos los directivos de empresas quisieran evitar las crisis…emigrando a otro planeta.

Pero los problemas no pueden eludirse. Forman parte de una realidad y de un contexto que algunas circunstancias históricas agudizan.

Las crisis generan un desesperante auge del puro presente.

Es un detenerse en el ahora- como una foto instantánea- intentando buscar oxígeno, corriendo en la emergencia hacia alguna salida, pero sin encontrar la solución de fondo.

En algún momento - de cualquier gestión- se presenta una crisis que altera el presente.

Sin embargo, no debemos olvidar que el valor del tiempo sigue siendo importante para la madurez futura de cualquier proyecto que se haya concebido.

Cada proyecto que pusimos en marcha demuestra su vital fortaleza superando diversas crisis que a lo largo del tiempo se van presentando.

Por otra parte tampoco hay que excluir que irreversiblemente la tecnología aporta un factor cada vez más relevante: la velocidad exponencial de los cambios que pueden generar sucesivas tensiones en la evolución de la empresa.

Afrontar con sentido de urgencia lo que estamos haciendo en la emergencia, incluye también no olvidar el necesario paso del tiempo para afianzar los procesos de desarrollo que previamente se han propuesto y consensuado.

Ahora es cuando deben aparecen los líderes que sigan conduciendo a pesar de los imprevistos. Que levanten la cabeza más allá de la urgencia del momento.

¡Qué paren la pelota en lo peor del tembladeral de ésta hora!

Esa es la misión del directivo. Alguien con mirada global abarcativa y que pueda considerar todos los factores que influyen sobre el desempeño de la empresa.

La persona que puede mirar más allá de lo ocasional, de la incómoda coyuntura presente y que mantenga esa visión del futuro.

…que no se lamenta en la imagen detenida sino que sigue el guión de la película.

Y que curiosamente tenga memoria del pasado (reconociendo errores y capitalizando aciertos), conciencia del presente (objetivando el contexto) y que pueda proyectarse hacia el futuro (estrategia).

Que estimule todo aquello que sostenga el desarrollo que le da sentido a la actividad de la empresa.

Que a pesar del dinamismo, a veces incontrolado de los cambios, pueda preservar cierta estabilidad que permite que: en lo que será se mantenga los rasgos positivos de lo que fue y es.

…como los ciruelos.

Suponer que podremos desarrollar proyectos sin crisis en su desarrollo suena utópico.

Creer que a pura voluntad, se puede eliminar el natural tiempo de madurez de cada emprendimiento es ingenuidad.

Recién cuándo finalmente los ciruelos están rojos se saborean, se disfrutan y ”se aspira ese perfume de efecto extraordinario”. Aromas y fragancias J.L.Gallardo.

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