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Vivir el momento no es olvidar el futuro.

  • Shinka Consulting
  • 6 abr 2019
  • 2 Min. de lectura

Comenzamos con éste primer artículo una serie de tres reflexiones sobre la gestión directiva en un tiempo venidero de probable complejidad e incertidumbre creciente.

La vida está signada por diversos cambios.

Una característica de la inteligencia es la adaptación a la realidad.

Cuánto más rápido la persona descubre la modificación del contexto que lo rodea más probabilidades tiene de superar dificultades y continuar su proceso existencial. Su vida misma.

Como todo organismo vivo, la empresa, no puede escapar a esta ley natural de recibir las influencias,- positivas y/o negativas-, del entorno en el cual desarrolla sus actividades.

Al recorrer la trayectoria de cualquier organización se pueden encontrar momentos de condiciones favorables- que llevan al esplendor económico y reputacional- y otros lapsos mucho menos deseables, duros e inciertos que implican brutales modificaciones de las variables y hasta ponen en duda la misma continuidad de la empresa e incluso el modelo de negocio original bajo el cual fue concebida.

Si esta condición aplica para grandes corporaciones multinacionales, que desesperadamente buscan reducir riesgos, diversificando inversiones e ingresos, tanto más afecta a empresas de menor envergadura como las Pyme y/o sociedades familiares.

Sin embargo, la aparente debilidad de su tamaño, puede convertirse en una ventaja competitiva envidiable por agilidad, adaptabilidad y velocidad de respuesta al percibir inmediatamente la modificación abrupta del clima de negocio y reconvertirse rápida y exitosamente sin perder su esencia ni propósito inicial.

El papel tantas veces caricaturizado, de quienes pretenden vivir fuera de época, en nostálgicos pasados o en utópicos futuros, adquiere características más de tragedia, que de grotesco en el caso de un rol directivo empresarial.

Estar atentos.

Una faceta cada vez más relevante en cualquier disciplina es el “barrido de radar” del contexto de la misma actividad. Barrido que debe considerar, no sólo los rendimientos financieros sino también las modificaciones tecnológicas, y la probable velocidad en que esa evolución técnica impactará sobre cada empresa y sobre mi propia labor.

Si estar atento al contexto presente es importante, no es menos necesario considerar otro factor: tener en claro y precisada la orientación de cara al futuro.

Imaginar el futuro de la empresa no es una adivinación con más o menos probabilidad de acertarla sino una reflexión racional y una actitud disciplinada de construcción de condiciones.

Como responsabilidad indelegable del propietario y/o directivo de una empresa no hay que olvidar tampoco su compromiso educativo. El directivo debe permanentemente volcar sobre el equipo de colaboradores su visión del negocio, sus valores, sus intuiciones, conocimientos y experiencias. Pero como todo buen maestro más que imponer su propio punto de vista debería estimular el desarrollo del sentido crítico y la valoración de la óptica individual de cada uno de los miembros del equipo. Procurar consensos y no imposiciones en las miradas.

Programa dificultoso, pero posible y necesario tanto en una gigantesca empresa global como en aquellas más chicas y con participación activa y presencial de los fundadores, socios propietarios y de sus familiares directos.

De la combinación de estos tres factores mencionados: estar atento al presente, precisar la dirección futura y educar- en el estricto sentido empresarial- surge la ineludible necesidad de adoptar un estilo de management y de gestión que permita una evolución armónica y sustentable a lo largo del tiempo y a las modificaciones que la realidad siempre cambiante ofrece.

Modificaciones que pueden obrar en contra o a favor de cada empresa.

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